Sunday, April 24, 2011
Tercer día: Inválidos y Marais
El lunes decidí darme un día más relajado que los dos días anteriores. Así que salí del hotel sin muy buena idea de qué es lo que iba a hacer. Lo bueno de estar en Porte Maillot es que pillas la linea amarilla de metro y eso te lleva por todo el centro de París, así que en cuanto te da la gana, te bajas y tienes algo que ver.
En esas estábamos cuando en la parada de Franklin Roosevelt se me ocurrió ir hacia Los Inválidos. Cuando visité a Guille las dos primeras veces estuve en sus alrededores, pero nunca había entrado. Así que bajé un poco por los Campos Eliseos, pasé entre el Petit y el Grand Palais, crucé el puente de Alejandro III y ya estaba en la majestuosa explanada de Los Inválidos.
Este espectacular edificio nació residencia real para soldados y militares franceses retirados, lisiados o ancianos (aún hoy hay una pequeña parte del edificio exclusiva para ellos). Pero la mayor parte alberga museos y memoriales.
Lo primero que visité tras pasar por el patio central fue el museo del ejército, donde se recogen 2000 años de armas y joyas bélicas francesas (armaduras, cañones, espadas, trabucos...). De ahí pasé a lo que tal vez más me impresionó de la visita, que fue el Museo de la Orden de la Liberación. Aquí se rinde homenaje a los franceses que tanto desde dentro (la Resistencia) como desde fuera (como el general De Gaulle) lucharon contra la ocupación alemana. Un puñado de ellos recibieron la condecoración sobre la que gira este magnífico museo. Y para terminar uno va al otro lado del palacio para entrar en la tumba de Napoleón. Debajo de una gigantesca cúpula adornada con alegorías, descansa la tumba más grande que he visto en mi vida (y que al parecer era para un señor bastante pequeñito). A los lados de esta gran capilla descansan los restos de otras personalidades como su hermano José "Pepe Botella" Bonaparte o el Mariscal Foch.
Terminada la visita a Los Inválidos me fui hacia el trabajo de Marine, con quien había quedado para comer. Me llevó a una deliciosa terraza donde degusté un maravilloso cordero y de ahí, tras dejarla otra vez en el curro, subí andando al parque Monceau donde hice la digestión.
Pero aún nos quedaba toda la tarde. Seguí el itinerario de la Lonely Planet para recorrer el Marais de una punta a la otra, y como siempre, este barrio nunca falla. Los hôtels particuliers, la plaza de los Vosgos, las tiendas de moda... Todo es precioso. Y andando desde la plaza de la Bastilla llegué al centro Pompidou, donde me relajé y vi un par de espectáculos callejeros.
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